El siguiente es un texto de Alfredo Carbalho, que me gusto bastante y le pedí permiso para poner aquí.
En respuesta franca e idelista para todos aquellos que alguna vez me "llamaron la atención" por haber rayado (marcado) algunos libros, escudandose en la idea puritana del respeto; de igiual forma, la nota va dedicada para todos aquellos que combaten ideas con ideas y no permiten que cualquier tipo de idea insípida invada tan apreciables espacios cognitivos, desde las mismas entrañas del infalible Papini, una corta pero sustantiva aportación para esta noche de café y mate:
Todo libro es, en cierto modo un enemigo, un invasor, quiere sustituir otros pensamientos a los tuyos, pretende arrastrarte a pensar a su manera, etcétera. Por lo tanto, es preciso defenderse. Leer a mano armada. Y el arma más adecuada (entre los materiales) es un lápiz de color. Uno de esos lapiceros macizos de tronco hexagonal, con una punta azul y otra encarnada, y herir con él en las márgenes (zona más vulnerable) el libro que estamos leyendo, con largos trazos violentos, con despiadados puntos de exclamación, con insidiosos interrogantes, con flechas de franca desaprobación.
No todos los libros, claro está, merecen este trato guerrillero, pero sí aquellos que se tienen que leer a la fuerza, y los que deshonran a un escritor, y los que traicionan las promesas del título o de la fama, y aquellos, en fin, que se leen para que sirva de válvula de escape a los humores marciales.
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