Desde junio del año pasado, la caída en los precios del petróleo, y la decisión de Arabia Saudita (que abastece el 12% de la demanda mundial de petróleo) de no coordinarse con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y por consiguiente, de no reducir su producción, colocó a los países productores de crudo en una situación compleja en términos de finanzas públicas, obligándoles a ajustar sus presupuestos y a estar al pendiente de la evolución del mercado. La economía mexicana, cuyo sector público depende en buena medida de los ingresos petroleros, no fue la excepción. El abaratamiento del crudo, junto con otros factores como son la caída de varios líderes de grupos criminales importantes (El Chapo, La Tuta), puede repercutir sobre algunas actividades que tienen lugar en los mercados negros, como es el robo de gasolina en México (perpetrado, entre otros, por grupos cercanos a Los Zetas y a El Cártel del Golfo.
En 2014, Pemex estimó en 1,150 millones de dólares las pérdidas por robo de gasolina a la vez que el diario El País informó de un alza histórica en las tomas clandestinas (4,000 detectadas, que representan un incremento de casi el 50% respecto al año anterior). A su vez, Vice estimó que las pérdidas de Pemex causadas por el robo de gasolina ascendieron a 5,000 millones de dólares. Si consideramos que en lo que va de éste 2015 otras actividades delictivas han incrementado su incidencia, ¿podríamos esperar que esto mismo ocurra con el robo de gasolina?
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